Resistencias N° 1, Vol 1, Jun./ 2023- Nov./2023
Patricio Urruchua
Sobre El discurso reaccionario de la derecha española. De Donoso Cortés
a VOX. Prólogo de J. del Valle; de Fernández Riquelme, P.
Sevilla. Editorial Doble J, 2022.
ISBN 978-84-96875-75-3
216 pp.
Por Patricio Urruchua
patricio_ue@hotmail.com
IDAES/ UNSAM
Ya desde fines del siglo pasado, la irrupción y el ascenso de partidos y
movimientos políticos de extrema derecha han animado un intenso debate tanto en el
limitado ámbito académico, como en las distintas esferas del espacio público. En efecto,
la aparición de la Liga Italiana y el Movimiento 5 Estrellas, La Agrupación Nacional
ex Frente Nacional en Francia, el Partido de la Libertad de Austria, el partido
Alternativa para Alemania y VOX en España, sólo por nombrar algunos, generó un
profuso conjunto de ideas sobre la especificidad de estos fenómenos. En este sentido, se
ha dicho que se trata de una “derecha radical populista” (Mudde, 2008), un “post-
fascismo” (Traverso, 2018) o una “extrema derecha 2.0” (Forti, 2021). Sin embargo, la
generalización de esta novedad bajo el rotulo de “nuevas derechas” articuló el debate en
torno a dos interrogantes centrales: ¿Qué hay de nuevo en estos fenómenos políticos?
¿Cuáles son las continuidades respecto a las “viejas derechas”?
Para abordar estas preguntas, Pedro Fernández Riquelme posa su atención en la
historia española con el fin de rastrear la existencia de una matriz discursiva de carácter
reaccionario que se origina a principios del siglo XIX y perdura hasta nuestros días en el
discurso político de VOX. Asimismo, la pretensión arqueológica de dicho recorrido
histórico es regida por una consideración material del discurso, lo que deriva en un
ejercicio analítico que oscila de forma permanente entre el acontecimiento histórico y las
tramas discursivas que fueron construyendo su sentido. De tal forma, el objetivo primario
de esta obra radica en presentar la existencia de un hilo conductor al interior de la derecha
española a partir de la reiteración de ciertos elementos discursivos en las disímiles
coyunturas históricas.
Con dicho objetivo por delante, el primer capítulo que abre el libro se sitúa entre
la invasión napoleónica de 1808 y el establecimiento del régimen de la restauración en
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1875. Lo central de este período, según la exposición de Fernández Riquelme, se debe al
fracaso de las revoluciones liberales y la incipiente articulación del discurso reaccionario.
En primer término, el autor resalta que el proceso de la ilustración en España se dio a
partir de la perduración del elemento católico, cuestión que fue refrendada en el conocido
Artículo 12 de la Constitución de 1812: La religión de la Nación española es y será
perpetuamente la católica, apostólica, romana, única verdadera. En efecto, a partir de la
centralidad del elemento católico, el autor va recorriendo los diversos sucesos históricos
para exponer cómo la discursividad del siglo XIX fue articulando ciertos puntos nodales
del discurso reaccionario (Laclau, 1983). En los discursos del Conde de Floridablanca y
de la Iglesia católica de finales del siglo XVIII y principios del siglo XIX, Fernández
Riquelme resalta la presencia de un discurso anti igualitario y clasista que reacciona ante
los sucesos de la Revolución francesa. Asimismo, el Manifiesto de los Persas por parte
de los absolutistas le permite a nuestro autor mostrar el origen de dos elementos centrales
en el discurso reaccionario: la personificación de la patria y el victimismo. Sin embargo,
la cuestión más significativa de este capítulo es la forma en la cual el autor precisa la
reacción de los sectores monárquicos y conservadores a la irrupción de los movimientos
liberales. Allí, se muestra como estos sectores fueron desarrollando un léxico que
defiende la preservación del pasado, negando todo proceso histórico superador. De esta
manera, ya en el siglo XIX se afianzó la noción de una España católica, trascendente e
inmutable. En palabras del autor: “Por lo tanto, el léxico insertado en el discurso
reaccionario se basa en la idea de que no existe la historia, y su semántica se refiere a lo
inamovible, inmaterial, trascendente o natural” (p.20).
El segundo capítulo, se ocupa de dos de los intérpretes fundamentales del
pensamiento reaccionario español, como son Donoso Cortes y Marcelino Menéndez
Pelayo. En la obra de Donoso Cortés, “el más claro exponente del pensamiento
reaccionario”, se atisban algunas de las semillas ideológicas fundamentales de este
pensamiento: la noción de un orden histórico y divino sustentado en la monarquía y el
catolicismo, la esperanza en un liderazgo providencial que guiaría a la nación fundiendo
fe y autoridad y la incorporación de un lenguaje teológico para expresar posiciones
políticas, sobre todo a partir del eje dicotómico bien-mal para señalar el lugar del
adversario político. Por otro lado, Menéndez Pelayo es presentado como el personaje que
sentó las bases del discurso Nacionalcatólico, actuando como un puente entre el
pensamiento de Donoso Cortés y la generación del 98. En este sentido, la clave de su
pensamiento sería la vinculación de la idea de España al catolicismo de la contrarreforma
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y el Concilio de Trento, así como la construcción de cierto antagonismo entre una España
católica y tradicional y un adversario señalado como la anti-España.
Continuando este recorrido cronológico, el tercer capítulo expone el impulso
reflexivo que la crisis del 98 generó en pensadores como Ortega y Gasset, Unamuno y
Ángel Ganivet. Tanto en el pensamiento de Ortega y Gasset, como en el de Unamuno,
Fernández Riquelme señala el afianzamiento del término “tradición” como una categoría
ideológica que comienza a ser utilizada para significar aquello que nos habría sido legado
por el pasado y en pos de lo cual resultaría necesario combatir los efectos nocivos de la
modernización. Por su parte, el capítulo cuarto se centra entre el desastre de Annual y la
dictadura de Primo de Rivera. Es en ese período de entreguerras donde, según nuestro
autor, se irían fraguando una serie de ideas que anticipan el surgimiento del fascismo
español y la discursividad franquista en general. De forma particular, el autor señala el
ideal regeneracionista en el pronunciamiento de Primo de Rivera y ciertos tópicos que se
volverán una constante en el discurso reaccionario para señalar “los males de España”: el
separatismo, el comunismo y la corrupción política. Dichas ideas habrían ido
acompañadas por la definitiva consolidación de un canon patriótico, católico ortodoxo y
antiliberal de la mano de algunos ideólogos de suma influencia al interior de la derecha
española como José Pemartín Sanjuán y José María Pemán. Asimismo, el pensamiento
de ambos ideólogos habría funcionado como un enlace entre la dictadura de Primo de
Rivera y el franquismo.
Por otro lado, la figura central de Ramiro de Maeztu ocupa la atención de
Fernández Riquelme en el capítulo 5. El autor nos recuerda la importancia de este
pensador español a la hora de fundar aquella ineludible referencia para comprender el
pensamiento reaccionario, como fue la revista Acción Española y la publicación de su
libro En defensa de la hispanidad. La clave de su intervención pública en esas dos obras
centrales radica en el supuesto que sostenía un proceso de extranjerización en las elites
políticas, lo que suponía la posibilidad del fin de España.
Según Fernández Riquelme, la tesis de la extranjerización argüía por una teocracia
autoritaria “pues fuera de esa comunidad cristiana ideal no existe más que
autodestrucción” (p.79). De la mano de ello, el lenguaje que irrumpe en las intervenciones
de De Maeztu es fundamentalmente un lenguaje bélico que deshumaniza al otro,
constituyéndose como un antecedente clave para comprender al franquismo. Justamente,
el capítulo 6 se ocupa de forma específica de la dictadura franquista. Allí, a partir del
repaso por algunos discursos de Franco, el autor reafirma la puesta en juego del discurso
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Nacionalcatólico, “un discurso que ya conocemos”. De esta forma, en la palabra de
Franco, Fernández Riquelme encuentra algunos elementos repetitivos: personificación de
la Nación, cierto mesianismo a la hora de justificar el lugar de su liderazgo, la
extranjerización del enemigo, la defensa de la unidad nacional frente a la secesión, el anti
igualitarismo y la anti política.
El capítulo siete, por tanto, se centra en el proceso transicional español. Aquí, la
figura de Fernández de la Mora examinada en el capítulo anterior adquiere mayor
importancia para comprender el desplazamiento discursivo operado al interior del
nacionalcatolicismo, abriendo lugar a los sentidos de la reconciliación. De forma certera,
Fernández Riquelme repasa los principales discursos que consolidan el relato de la
transición sobre las nociones de olvido del pasado franquista, reconciliación y la
instauración de una democracia tutelada. Allí, el discurso del portavoz del PNV, Xabier
Arzallus destaca por sobre el resto. Asimismo, el autor muestra cómo, una vez instalado
el marco democrático, continúan operando una gran variedad de discursos reaccionarios
que se posicionan de forma contraria a los procesos de extensión de derechos civiles y
sociales llevadas a cabo por el gobierno de Rodríguez Zapatero.
Por el contrario al recorrido que hemos repasado, en los últimos dos capítulos del
libro la senda estrictamente cronológica se interrumpe en pos de situar la atención en los
fenómenos de extrema derecha que han emergido en las últimas décadas. En este sentido,
el capítulo número ocho tiene la pretensión de abordar con profundidad aquella pregunta
que planteamos al inicio de esta reseña: ¿Qué hay de nuevo y de conocido en estos
fenómenos políticos? Para responder, Fernández Riquelme puntualiza, en primer lugar,
los elementos que estos movimientos de extrema derecha tienen en común. Por un lado,
existiría una coincidencia en cuanto forma discursiva a partir de la construcción de “un
discurso que propone soluciones fáciles a asuntos complejos e implica en ocasiones un
mensaje violento (p.116). Por el otro lado, existiría cierta coincidencia al nivel de
contenidos: xenofobia, antieuropeísmo y rechazo a la globalización. Sin embargo, el autor
avanza en pos de una precisión analítica y conceptual, a partir de la recuperación de cuatro
conceptos distintivos propuestos por Enzo Traverso (2018): populismo, fascismo,
neofascismo y posfascismo. Mientras populismo y fascismo serían categorías
conceptuales caducas, pues nominan fenómenos acotados a un período histórico
particular, por su parte, las de neofascismo y posfascismo funcionan como categorías
demarcatorias en el amplio mundo de las nuevas derechas. De esta forma, por
neofascismo se entienden aquellas tentativas contemporáneas que pretenden recuperar los
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fundamentos originales del fascismo y, asimismo, por posfascismo se entienden aquellos
movimientos y partidos que “conservan esta matriz fascista pero la trascienden al
incorporar elementos nuevos en el imaginario de las derechas extremas”. Por lo tanto, el
posfascismo, como VOX, sería una combinación de elementos presentes en el fascismo
clásico anticomunismo, obrerismo y elementos novedosos: antifeminismo,
localismo.
El libro finaliza con un capítulo dedicado específicamente al discurso posfascista
de VOX. Para Fernández Riquelme, el origen de VOX fue el “momento populista” del
15M, donde Santiago Abascal y otros dirigentes del sector más derechista del PP
irrumpieron en el espacio público a partir de un discurso que afirmaba la existencia de
tres amenazas: la ruptura de España, la inmigración y el comunismo. De tal forma, en el
argumento de Fernández Riquelme, la reactivación del discurso reaccionario en VOX
toma la forma de una reactivación populista a partir de un estilo discursivo de corte
populista que apela a las emociones y a la espectacularización de la política. Sin embargo,
nos dice el autor, el discurso de VOX no es específicamente un discurso conservador con
elementos populistas, sino más bien un retrodiscurso ya que “la utopía conservadora de
VOX no está tanto en el futuro inmediato ni el pretérito cercano, sino en el pasado
cercano” (p.171). De tal manera, la especificidad del discurso de Vox radicaría en
“oponerse a las innovaciones del pasado, innovaciones que hoy están completamente
aceptadas por la mayoría de la sociedad; por ejemplo: el aborto, la democracia
descentralizada, el matrimonio gay, la ideología de género, el feminismo, la libertad
ideológica, etc.” (p.171).
En definitiva, El discurso reaccionario de la derecha española constituye un
valioso intento en pos de escudriñar los elementos discursivos de carácter continuista al
interior de la derecha española. En este sentido, no sólo resulta meritoria la exhaustividad
del recorrido histórico y las fuentes documentales, sino también la utilización de
herramientas propias del análisis del discurso para estudiar el reiterado uso de ciertas
palabras y conceptos en la derecha española. Empero, la propuesta de Fernández
Riquelme nos ha sugerido una serie de interrogantes respecto a la naturaleza de ese hilo
conductor. En primer término, el hilo continuista que se expone en el trabajo es rastreado
meramente a nivel de contenido: anticomunismo, catolicismo, monarquismo, etc. En
efecto, el estudio parece afirmar que el hecho de que una palabra, una idea o una forma
de nominar al adversario político se vuelva reiterativa, implica la utilización de una matriz
discursiva pretérita, lo que hace perder de vista ciertos matices que emergerían en un
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estudio que ponga la atención no sólo en el contenido sino también en la forma que
adquieren esos discursos. En otros términos, el hecho de que en un discurso se nomine al
adversario como comunista, no nos dice nada respecto al lugar que se le asigna en el orden
político, es decir, si al nominarlo como comunista se está afirmando la necesaria
eliminación de ese actor político o lo posibilidad de convivencia democrática.
Por otro lado, algunos pasajes del libro parecen sugerir que la continuidad del
discurso reaccionario se debe a ciertas determinaciones estructurales, como podría ser la
ausencia de un proceso secularizador en el siglo XIX español. Por ejemplo, en la
introducción del libro, el propio autor sostiene que “la persistencia del discurso
reaccionario radica en factores estructurales de la sociedad española, pero su actualidad
en la nueva derecha soberanista se debe a factores contemporáneos” (p.14). En este
sentido, creemos que si se afirma que es la estructura lo que determina la persistencia del
discurso reaccionario, podría existir una tensión con el carácter material de la lengua
sobre la que se sostiene todo el trabajo. En otros términos, si existiera una determinación
estructural, lo discursivo no estaría construyendo el sentido de los acontecimientos, sino
más bien, poniendo en palabras aquella persistencia estructural.