Resistencias N° 1, Vol 1, Jun./ 2023- Nov./2023
distintos factores que conviene diferenciar. Quitando el importantísimo antecedente de
la dictadura (1976-1983) para centrarnos en el período abierto con la recuperación de la
democracia, cabría decir lo siguiente. Por un lado, ha habido gobiernos que quisieron y
no pudieron o no supieron, como el de Alfonsín (1983-1989), pero cuyo resultado (la
hiperinflación, fundamentalmente) golpeó la igualdad social. Por otro, hubo gobiernos
que quisieron y pudieron, como los primeros de Néstor Kirchner (2003-2007) y de
Cristina Fernández (2007-2011), aunque no lograron construir instituciones de bienestar
irreversibles o que transformaran la estructura social desigual y excluyente creada por
las políticas abiertamente neoliberales del menemismo. Tampoco, es justo decirlo,
sabemos si tal cosa era posible en un país periférico y sin peso en el mercado mundial
como la Argentina. Asimismo, es preciso señalar que aun en su época de decaimiento, el
segundo gobierno de Cristina Fernández (2011-2015) mantuvo una movilización social
en favor de la igualdad y la inclusión sociales. Y, finalmente, ha habido gobiernos que
llevaron adelante políticas que fracturaron la sociedad argentina: en primer término, el
gobierno de Menem (1989-1999), responsable de la gran transformación neoliberal, y
los de Macri (2015-2019) y De la Rúa (1999-2001), que ahondaron esa exclusión social.
Alrededor del menemismo y, sobre todo, del macrismo terminó formándose un
nuevo discurso, especialmente potente por su capacidad de aglutinar y constituir actores
políticos. Es la narrativa sobre “ganadores y perdedores”, que por un lado señala a un
sector de la sociedad como un lastre parasitario —los “planeros”, es decir, aquellos que
reciben “planes sociales” del Estado— y, por otro, a un sector “productivo”, “moderno”,
“hecho a sí mismo”, al cual aspiracionalmente se vinculan amplios sectores de clases
medias y populares
. Este discurso denuncia el sobredimensionamiento del Estado, la
insoportable carga impositiva y la opresión de no poder ejercer su derecho humano a
comprar dólares. Cabe decir que Argentina, contra lo que sostiene este discurso y contra
lo que no dice el discurso progresista, tiene un sistema impositivo regresivo, basado en
los impuestos indirectos al consumo, síntoma de la debilidad estatal para recaudar
.
Asimismo, el habitualmente llamado gasto “de la política” no tiene un peso significativo
en el presupuesto, como lo pinta el discurso neoliberal, para el cual es la “clase política”
y sus privilegios la que domina en el país. Para Milei, sería ese gasto de esa supuesta
Para un análisis de este discurso en el macrismo, véase Semán, 2021: cap. 10.
Desarrollo este argumento en Franzé, 2022.