patrón de dominación. Asistiríamos con el caso boliviano, entonces, a un
reposicionamiento trágico del lugar del líder, deviniendo de las “entrañas” de lo
subalterno hacia una autoridad verticalista cuya acción fue la desactivación de la
irrupción popular ante las adversidades.
Un panorama similar encontramos en el populismo plebeyo venezolano. Svampa
tuvo más reparos cuando se acercó a la experiencia de Hugo Chávez, otorgándole más
rasgos “controversiales y polémicos”. De igual modo, enmarcó su análisis desde una
comparación con el primer peronismo (1946-1955) en cuanto al profundo proceso de
integración social y empoderamiento de sectores populares tradicionalmente marginales
y excluidos. Prestemos atención a lo expuesto por la autora al respecto:
Tal como sucedió en la Argentina, bajo el primer gobierno peronista (1946-
1955), el chavismo habilitó el ingreso de aquellos sectores sociales
tradicionalmente excluidos, logrando, por una vía tensa y contradictoria, un
proceso real y efectivo de empoderamiento de los sectores populares.
Expresión de ello fueron, en una primera fase, las misiones que apuntaron a
reducir la pobreza, a la universalización en el acceso a la educación (Misión
Robinson), al acceso a la salud (Misión Barrios Adentro), a la disminución
de la tasa de mortalidad infantil, a la construcción de viviendas populares, a
la entrega de tierras, entre otros. […]
Sin embargo, como ha sido señalado por varios autores, el elemento más
radical del populismo chavista es la centralidad que adquirió la democracia
participativa: esta se convirtió en el paradigma por excelencia de la
transformación de la política y, a la vez, en la clave del dispositivo
legitimador. […] Hacia 2009, Chávez anunció la profundización del
proceso, y un año después, en 2010, se sancionó la Ley Orgánica del Poder
Popular y la ley de Comunas, como normativas que apuntaban a la creación
de un Estado comunal. Las áreas de trabajo de los consejos comunales son
la economía popular, el desarrollo social integral, la vivienda, la
infraestructura y el hábitat, la educación y los deportes, la cultura, la
comunicación, la información y formación (medios alternativos
comunitarios y otros), la seguridad y la defensa (unidad de defensa)
(Svampa, 2019: 464).
Como vemos, si bien menos virtuoso que el caso boliviano, el populismo
chavista habría tenido un primer proceso de integración y participación popular de
sectores urbanos, rurales e indígenas. La promoción de la movilización en clave
igualitarista por parte del gobierno se cristalizó, para la autora, en un paradigma de
“democracia participativa” extendido a la concreción de un Estado comunal. Lo