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Crisis económicas e inestabilidad crónica: la fábrica de pobres en Argentina
(1970-2020)
Artículo recibido: 15 de mayo de 2024
Artículo aceptado: 20 de junio de 2024
Publicado: 30 de noviembre de 2024
Julián Zícari
(CONICET/UBA/UNDAV/UNLA), Argentina
sanlofas@hotmail.com
INTRODUCCIÓN
El medio siglo argentino que va entre 1970 y 2020 no ha sido el mejor en
términos económicos ni distributivos para el país, siendo que en esos cincuenta años ha
existido una inestabilidad económica crónica y la pobreza ha crecido fuertemente. Sin
embargo, a pesar de lo grave de este problema dos grandes invisibilizaciones han
existido acompañando lo sucedido. La primera de ellas tiene que ver con que no se ha
registrado con suficiente ahínco la tendencia alcista del fenómeno de la exclusión. Así,
el aumento de la pobreza ha ocurrido no sólo fuertemente desde el retorno de la
democracia, sino que ha sumergido en peores condiciones de vida a capas crecientes de
personas según avanzara el tiempo, consolidando bolsones de pobres y excluidos
estructurales que pocas veces han logrado revertir su situación. La segunda
invisibilización es el motivo de fondo que actuó como responsable de lo anterior.
Porque en general no se suele poner el foco en las causas del aumento de la pobreza,
aun cuando está suele adoptar un patrón sistemático y muy claro sobre su evolución. De
esta manera, en los discursos públicos aparecen opiniones en las cuales se
responsabiliza de la pobreza a los “políticos”, a la “inflación”, al “neoliberalismo”, al
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“populismo” o a la “deuda externa”, sin centrar el interés en la lógica interna que
efectivamente es su origen y que consolida su crecimiento estructural.
Con vistas a tratar de dar luz a estas dos grandes invisibilizaciones, este texto
buscará plantear que el aumento sistemático de la pobreza y su crecimiento tiene como
principal desencadenante a las crisis económicas recurrentes que azotan al país. Así,
para desarrollar esto, el trabajo se dividirá en tres partes. Una primera en la cual se
recorre el medio siglo trascurrido entre 1970 y 2020 desde el punto de vista económico
para repasar las distintas crisis económicas existentes y las causas que las
desencadenaron. La segunda parte estará dedicada a extraer algunas breves conclusiones
sobre la ocurrencia de dichas crisis. La tercera parte analizará las consecuencias de
dichas crisis que, como veremos, no son otras más que el aumento sistemático de la
pobreza en el país. Finalmente el texto cerrará con algunas conclusiones al respecto.
La era de las finanzas: crisis e inestabilidad recurrentes
La Argentina prácticamente desde que se organizó y dio nacimiento a su Estado
central en la segunda mitad del siglo XIX ha tenido un largo historial de inestabilidad y
de crisis económicas. Es curioso señalar que los 160 años que van entre 1860 y 2020 el
país sufrió dieciséis crisis económicas. Es decir, padeció una crisis cada diez años como
promedio, siendo un nivel de inestabilidad realmente muy alto y en el cual todas las
crisis tuvieron el mismo desencadenante: los problemas en el sector externo de la
economía (Schteingart, 2016; Zícari, 2020). Ello ocurrió en las seis crisis sufridas
durante el Modelo Agroexportador (1866, 1873, 1885, 1890, 1913 y 1930), las cuatro
ocurridas durante las crisis del Modelo Industrialista (1952, 1959, 1963, 1975) y
también en las seis existentes en la era de Valorización Financiera (1980/82, 1989,
1995, 2001, 2008 y 2018/19).
En cada modelo económico el problema externo se expresó de distinta manera.
Durante el régimen Agroexportador los descalabros ocurrían por perturbaciones
externas (caída de precios internacionales, interrupción del comercio, suba de las tasas
de interés en el exterior, retracción de inversiones, etc.) que afectan los motores
expansivos y la actividad local. En la era industrialista los problemas estuvieron ligados
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a los ahogos productivos y la suba de la demanda de importaciones para el desarrollo,
agotando rápidamente el saldo de divisas y desencadenando grandes devaluaciones,
algo que los ciclos de Stop and Go tan bien explicaron. No obstante, desde la era
neoliberal las crisis no tuvieron nada ver que con los fenómenos previos, sino que
esencialmente el motivo tuvo que ver con las vulnerabilidades del sector financiero:
deuda externa, corridas bancarias, saltos cambiarios, dolarización de carteras y ataques
especulativos. En todas ellas esto fue lo central.
De esta manera, la eterna vulnerabilidad argentina debida a la falta de divisas se
vio fuertemente agravada por la alta demanda de dólares en el último tiempo, pero no
debido a los fenómenos productivos como era antes en la era industrial, sino a todo
aquello ligado al mundo bursátil. A su vez, señalemos que entre 1975 y el fin del
gobierno de Macri existieron siete crisis económicas en esos 45 años, por lo que el país
sufrió un colapso promedio cada seis años y medio. Es decir, como vemos, el promedio
histórico de sufrir una crisis cada 10 años se acortó y la propensión a la debacle se
profundizó, haciendo crecer todavía más la inestabilidad crónica del país (Zícari, 2020).
En este mismo sentido, el cambio de modelo económico producido a mediados
de la década de 1970, en el cual el neoliberalismo, la Valorización Financiera o tener un
tipo de cambio sin controles (un dólar “libre” y sin cepo) fueron uno de los principales
factores que ayudaron a crear tal vulnerabilidad, especialmente por la fuga de capitales
que implicaron, dado que en todas las crisis del período, las batallas cambiarias fueron
centrales (Müller, 2001; Basualdo, 2006).
Repasemos lo así sucedido. Las batallas contra el modelo económico de la
dictadura militar empezaron en el verano de 1980: ya en marzo de ese año se dieron las
primeras quiebras y caídas de bancos, cayendo sistemáticamente decenas de entidades
financieras más, lo cual se agudizaría también tiempo después con la desconfianza
creciente hacia la “tablita”. Aun cuando se realizó la devaluación de comienzos de 1981
para corregir el desbalance externo, el dólar finalmente no tuvo techo: vino el default, la
guerra, la estatización de deudas y nuevas corridas bancarias y cambiarias. Con todo, el
descontrol cambiario continuó y fue un motor descomunal de la inflación: si la suba de
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precios fue de 104% en 1981, esta pasó a 164% un año después, para continuar hasta
343% en 1983. Desde febrero de 1980 a julio de 1983 pasaron 41 meses de ataques
especulativos y corridas producto de la financiación económica que la dictadura había
instaurado en el país (Schvarzer, 1986).
En 1989 las corridas cambiarias y bancarias resultaron también muy mal:
arrasaron con todo y terminaron por generar una hiperinflación. Fueron ataques
especulativos que duraron 28 meses, comenzando en diciembre de 1988 y terminando
en abril de 1991 con la implementación del régimen de convertibilidad. El ahogo
externo por falta de dólares que provola caída de precios internacionales, junto al
terrible peso de la deuda externa, fueron los que hicieron explotar el país.
En 1995 la crisis del Tequila fue un poco menos violenta que las anteriores, con
apenas “seis meses” de ataques continuos, pero igualmente fue una intensa tormenta
económica. Comenzó con la devaluación mexicana que generó un gran pánico que
rápidamente se trasladó a toda la región. Así, en la Argentina se dio una caída de los
depósitos bancarios que salían del sistema, los mismos, a su vez, de manera veloz, se
transformaban en una fuerte fuga de dólares provistos por el Banco Central. Con esto, la
entidad rectora perd reservas internacionales a granel. Como nos lo indica el Gráfico
1, el tiempo que la tormenta duró fue desde diciembre de 1994 hasta mayo de 1995, en
el cual cayeron un 18% de las reservas del Banco Central y un 34% de los depósitos
bancarios. Sólo la confirmación del triunfo electoral de Menem, un fuerte ajuste fiscal y
un generoso desembolso financiero del FMI pudieron detener semejante sangría.
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Gráfico 1: Total de depósitos bancarios (izquierda) y Reservas del Banco Central (derecha)
(1990-1995).
Fuente: Elaboración propia en base a datos del Banco Central.
En 2001 existieron tres grandes ataques especulativos donde ocurrió algo muy
similar a lo anterior: en marzo, julio y noviembre las corridas cambiarias se
transformaron en bancarias, las cuales sólo se pudieron frenar temporalmente en
diciembre y con un costo económico extremo al instaurar el llamado corralito”, que fue
una restricción a los retiros de los depósitos bancarios (Gráfico 2). Luego de ello, para
calmar la situación se quiso devaluar inicialmente un 40% (llevando el dólar de un peso
a $ 1,40), y sin embargo, la devaluación terminó en el orden del 300% y la paz
cambiaria sólo se obtuvo casi dos años después de la primera corrida, en agosto 2002.
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Gráfico 2: Reservas internacionales (eje der.) y depósitos bancarios (eje izq.)
(ambos en mill.) (ene - nov 2001).
Fuente: Elaboración propia en base a datos del BCRA.
En la crisis del 2008, ocurrida entre el conflicto de las patronales rurales y la
caída de Lehman´s Brothers, implicó perder reservas al por mayor durante un lapso que
duró casi un año y medio (de marzo de 2008 a septiembre de 2009), aunque no hubo
explosión ni devaluación descontrolada aquí. Con todo, aún “ganando” esta batalla, el
resultado final igualmente implicó altos costos económicos para el país, la economía y
las reservas del Banco Central (Gráfico 3).
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Gráfico 3: Evolución trimestral PBI desestacionalizado (1998-2015).
Fuente: Elaboración propia en base a datos del Ministerio de Economía.
Algo muy similar a lo ocurrido con la crisis macrista de 2018-2019. Allí, cuando
se cortó el financiamiento externo, comenzaron en abril de 2018 los ataques contra las
reservas del Central en las que hubo cuatro corridas cambiarias que fueron haciendo
saltar el valor del dólar (ver Gráfico 4). En 2019 hubo dos corridas más que fueron
indomables y que volvieron a hacer subir el tipo de cambio. Hasta que no se aplicó el
“supercepo” en octubre de 2019, en esos 18 meses existieron seis corridas, pérdida
frenética de reservas del Central (financiadas con el dinero del FMI) y una devaluación
superior al 300% (el dólar pasó en ese lapso de casi 20 pesos a los 63). Igual hubo
default, crisis y disparada de la pobreza, y la calma final llegó cuando se establecieron
los controles cambiarios más estrictos (el “supercepo” ya mencionado) que el macrismo
se negaba a instaurar porque decía que creía en la “libertad”.
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Gráfico 4: Corridas cambiarias y la cotización del dólar durante 2018.
Fuente: Elaboración propia en base a datos del BCRA.
Las crisis financieras: breves comentarios
Repasadas las seis crisis financieras producidas durante la hegemonía neoliberal,
vale la pena extraer algunas breves conclusiones. Vale señalarse que en cuatro de las
seis crisis relatadas (1980/1982, 1989, 2001 y 2018-2019), más allá de las
devaluaciones y los sacrificios realizados, ninguna pudo controlar el tipo de cambio.
Todas desembocaron en defaults, aceleraciones inflacionarias y grandes problemas
bancarios y cambiarios. Los ataques especulativos, un fuerte rol del sector bancario
que contagió y aceleró las corridas y el final del financiamiento externo se
conjugaron de manera similar en todas ellas. Igualmente, las dos únicas crisis que
“salieron bien(1995 y 2008) y que pudieron contener las presiones devaluatorias del
mercado, no obtuvieron sus triunfos de manera gratuita: igual hubo corridas, pérdidas
de reservas, caída económica, desmejora social y mucha incertidumbre. Es decir, los
mecanismos de financierización económica, propios del neoliberalismo, implicaron
siempre altísimos costos para el país, en períodos en los que sólo funcionó la fuga de
capitales, la dolarización y concentración económica.
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Gráfico 5: Fuga de capitales trimestral (en millones de dólares).
Fuente: Elaboración propia en base a datos del BCRA.
Las contiendas y corridas cambiarias durante estas seis crisis demostraron tener
una duración promedio de casi dos años (23,16 meses), siendo el Tequila la más corta
de todas, pues duró “sólo” seis meses y el final de la dictadura, la más extensa, con
cuarenta y un meses (ver Cuadro 1). Aunque se debe decir que aquí sólo estamos
considerando a las corridas cambiarias ligadas a las crisis, pues existieron entre medio
de esos años muchas otras batallas que no estamos considerando: la fuga de capitales
parece no tener fin y sólo esta se hace más clara cuando se multiplica, porque en verdad
la fuga nunca se detiene (ver Gráfico 5). Es decir, durante la era de la Valorización
Financiera neoliberal se corre el riesgo de modo prácticamente permanente de sufrir
ataques especulativos y golpes de mercado, sin que esto tenga nada que ver con el
desenvolvimiento económico, la cuestión productiva o sus fundamentos.
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Cuadro 1: Las batallas cambias en las diferentes crisis de la VAFI
Fuente: Elaboración propia.
El pensamiento ortodoxo suele negar la existencia de los golpes de mercado
argumentando que la compra de divisas por parte de los agentes económicos es algo
normal y esperable, pues es una forma de incrementar o proteger su capital, lo que no
tendría nada de llamativo. Sin embargo, en dicho razonamiento desaparecen diez
elementos importantes y que se ven facilitados por los componentes centrales de la
estructura económica argentina.
Los diez elementos que nos permiten hablar de golpes de mercado son: 1) la
altísima concentración de la cúpula empresarial del país que, además de controlar los
niveles de precios, inversiones, mercados y la capacidad de ahorro (las 200 más grandes
explican el 20% de las ventas del PBI) (Catellani y Gaggero, 2017: 179), son las que
puedan tener las ganancias extraordinarias y los recursos suficientes para desatar dichas
corridas; 2) en el mismo sentido, pero con un ángulo diferente, se observa un cuadro
todavía más agudo con respecto a la provisión de divisas, ya que la concentración del
comercio exterior argentino es todavía más abismal: las 200 empresas más grandes
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controlan el 65% de las exportaciones (Ib.,: 181), lo que les permite tener un manejo de
las divisas, tasas de liquidación y capacidad de incidencia fenomenal en el mercado de
cambios; 3) se vislumbra una obsesión dolarizadora por parte de las clases altas y la
elite empresarial del país, lo que hace que un puñado de empresas, en su voracidad por
adquirir dólares, puedan desatar comportamientos en manada o saltos cambiarios
difíciles de amortiguar; 4) con tal alta concentración, es posible que pudiera existir
coordinación entre los grandes actores económicos; 5) lo que hace que sus acciones no
sean neutrales en términos económicos, sino que por su peso y el volumen de sus
compras pueden modificar en gran medida las variables macroeconómicas, forzando la
existencia de nuevas dinámicas económicas pretendidas por ellos; 6) las corridas que
derivan en golpes de mercado no refieren al accionar cotidiano de la economía, sino a
los momentos de especial intensidad donde existen cambios abruptos en los
comportamientos cambiarios y bancarios de los agentes; 7) los golpes de mercados
muchas veces no se basan en factores objetivos sobre la economía, sino sobre el
diagnóstico ideológico y la presión de unos pocos actores para volcar la situación a su
favor; 8) es decir, son un mecanismo esencialmente sociopolítico, más que
“simplemente económico”, con el cual intervienen determinados grupos de poder bajo
premisas muy concretas y objetivos específicos; 9) no implican un accionar de agentes
atomizados sino lógicas de grupo y de poder para lograr el disciplinamiento social; 10)
responden a mecanismos de despojo y acumulación en el largo plazo, con efectos
estructurales, sin ser posible reducir al simple comportamiento microeconómico.
En conclusión, la experiencia económica reciente muestra que la
financierización económica neoliberal que irrumpió en el país en la década de 1970 sólo
sirvió para crear incertidumbre, fugar divisas, presionar a los gobiernos y generar golpes
de mercado, siempre desencadenando, finalmente, terribles y costosas crisis
económicas. Así, en la Argentina terminó por consagrarse la inestabilidad crónica.
Ahora bien, una vez repasado esto, vale la pena preguntarse por las consecuencias
sociales y distributivas implicadas. A ello dedicaremos la próxima sección.
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Las crisis económicas y la evolución de la pobreza
Las consecuencias directas de sufrir recurrentes crisis económicas en la
Argentina no han sido gratuitas en términos sociales. El país, como vimos, pareció
haberse embarcado en padecer una inestabilidad permanente, la cual se aceleró con
respecto a su propio promedio histórico, sin atender a los fundamentos y causas de esto.
A su vez, tampoco parece haber atendido a los efectos directos de lo sucedido, pues en
el último medio siglo nuestra realidad no ha sido otra cosa más que una dinámica
económica que funcionó como una gran fábrica de pobres. La información con respecto
a la pobreza del período 1970-2020 ha sido muy clara al respecto y está resumida en el
Gráfico 6. Analicemos esto con más profundidad.
Gráfico 6: Evolución de la pobreza y las crisis económicas (1970-2020).
Fuente: Elaboración propia en base a datos del Ministerio de Economía, Ferreres (2010), Cifra-
CTA y el Observatorio Social de la UCA.
En efecto, los niveles de exclusión en los cincuenta años del período bajo
análisis (1970-2020) han señalado valores de pobreza estructural cada vez más altos. En
la década de 1970 la pobreza promedio fue de 5,7%, aunque ya en la década siguiente
prácticamente se cuadriplicó al pasar al 19,6%. La década de 1990 volva crecer el
promedio al pasar a ser del 26,4%, mientras que en la década del 2000 el salto volvió a
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registrarse al establecerse en niveles de 36,4%. Donde vemos que en todas las décadas
el número de pobres no paró de crecer en su promedio. Es decir, se produjo un
crecimiento estructural y sistemático en forma de “escalara” con un número de
excluidos cada vez más grandes. La única excepción al respecto fue la década de 2010,
en donde el promedio se ubicó en valores igualmente desgraciados del 29,3%.
Tras analizar todo esto, la pregunta central es por qué creció tanto el número de
pobres. Y la respuesta, si miramos el gráfico, parece ser muy concreta: debido al
número recurrente de crisis económicas que ha vivido este país. Es que las crisis
económicas son, por sobre todas las cosas, grandes mecanismos de transferencia de
ingresos, donde algunos sectores pierden riqueza y otros se la apropian. Así cada crisis
dejó un mayor número de excluidos pero niveles de concentración económica mayores:
pobres cada vez más pobres, pero ricos cada vez más ricos, construyendo entonces una
sociedad más desigual a lo largo del tiempo.
En todos los casos observamos la misma lógica dividida en dos fases. Una
primera, en la cual irrumpe la crisis económica y el número de pobres sube fuertemente.
Luego, existe una segunda fase, en la cual se sale brevemente de la crisis y se comienza
a vivir cierta normalidad o recuperación económica, que hace que el número de
pobres descienda, pero sin volver a los valores previos. No obstante, como las crisis
económicas han sido tan recurrentes, rápidamente vuelve a ocurrir un nuevo colapso
económico, que hace que la pobreza vuelva a crecer. Así, el número de excluidos se
ubica siempre en pisos cada vez más altos, pero no ahora en forma de “escalera”, sino
de un serrucho que casi siempre asciende, adquiriendo ya una lógica estructural de
pobres a esta altura muy difícil de bajar. Donde volver a aspirar a los niveles de la
década de 1970 parece una añoranza imposible.
El primer salto fuerte de la pobreza ocurrió con la crisis final de la dictadura y su
terrible gica de Valorización Financiera, que apostó por el endeudamiento, la
especulación y la fuga de capitales como nuevo patrón económico, dejando atrás el
modelo industrialista. La pobreza así tocó un pico de 19,1% en 1983 para bajar los
siguientes 4 años con la democracia hasta ubicarse en el 12%. No obstante, el descontrol
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inflacionario que desembocaría en la hiper de 1989 volvería a incrementar raudamente
los valores de pobres, llegando a casi la mitad de la población a hundirse en la exclusión
como su consecuencia.
La llegada de la convertibilidad en 1991 y el fin de la alta inflación, de nuevo,
hizo caer el número de pobreza hasta toparse con la siguiente crisis: en 1995 vino el
Tequila y otra vez el número de pobres tendió a crecer, a la par que el modelo neoliberal
de hiperdesocupación, apertura y empresas privatizadas dejaba un tendal de caídos cada
vez más grande. Cuando vino la violenta explosión de la crisis del 2001. El nivel de
excluidos tocó el pico más alto de nuestra historia al marcar un 55% en 2002.
Los gobiernos kirchneristas, la fuerte recuperación inicial y los buenos precios
externos hicieron bajar la pobreza nuevamente, cayendo prácticamente a la mitad,
aunque se complicaría en quebrar los valores del 28%. Sin embargo, otra vez en 2008
una combinación de crisis externa (la crisis internacional tras la quiebra de Lehman
Brothers) junto a una crisis interna (el conflicto por la 125), levemente empujó la
pobreza hacia el alza, aunque luego volvería a caer un poco más, tocando niveles
cercanos al 23% entre 2011 y 2013.
Con todo, una devaluación en 2014 y la poco exitosa salida del cepo en 2016
hicieron que el número de pobres otra vez creciera, con lo que pasó primero a 26%
(2014) y luego al 31% (2016). De todos modos, debemos decir igualmente que Macri en
2017 pareció que cumpliría su promesa de “promesa cero”, puesto que esta descendió al
26,9% en ese año, lo que implicó un triunfo electoral para su gobierno ya que su
propuesta parecía funcionar.
Empero, ya sabemos el final y que no fue así: también el macrismo apostó
salvajemente por el endeudamiento externo y pronto agotó ese recurso, cerrándose los
mercados para el país. Así en 2018 se escapó el dólar, volvió el FMI y el descontrol
cambiario hizo que la divisa pasara de 20 pesos a más de 60 como vimos antes, al son
que la pobreza creció de nuevo con ello. Si su gobierno recibió niveles de pobreza de
26,1% en 2015, lo dejó en valores de 37,6% en 2019. Por lo que lejos de llegar al
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objetivo de pobreza cero como había prometido, la aumentó un 44% durante su
mandato.
A pesar de semejante desgracia, todo cerraría de la peor manera tiempo después.
Pues a la crisis final del macrismo, se sumó una pandemia mundial como producto del
coronavirus que volvió a hacer subir el número de pobres.
Esta terrible historia nos enseña tres cosas si queremos bajar la pobreza, estando
ellas mutuamente relacionadas. La primera es que es condición indispensable dejar de
padecer crisis económicas, ya que estas son la verdadera fábrica de crear pobres como
fuimos viendo.
La segunda es que esas crisis y el aumento de la pobreza se producen por los
saltos cambiarios, los cuales son consecuencia de los recurrentes desequilibrios externos
que suele sufrir el país. Ya que cada vez que sube el dólar, aumenta la canasta de los
alimentos haciendo que muchas personas caigan bajo la línea de la pobreza. Donde
dichos desequilibrios se han producido en las últimas décadas por los mismos motivos:
el terrible peso de la deuda externa, la fuga de capitales, la alta dolarización de carteras,
los golpes de mercado y los desequilibrios productivos, todo lo cual ha generado la
consabida restricción externa y la falta de dólares recurrentes.
Finalmente, vale la pena descartar las explicaciones facilistas con respecto al
aumento de la pobreza. Por ejemplo, porque el promedio de pobres creció esencialmente
bajo los años de la égida neoliberal más allá de cuáles fueran los grupos políticos que
gobernaran: ya sea bajo un gobierno militar (1976-1983), uno radical (1983-1989), uno
peronista (1989-1999), la Alianza (1999-2001) o Cambiemos (2015-2019), sin importar
el signo político, la exclusión aumentó. Sólo con los gobiernos kirchneristas (2003-
2015) la pobreza tuvo un fuerte y marcado descenso. Lo que señala que no todos los
“políticos” ni todas las políticas económicas aplicadas son iguales. Por lo que vale
distinguir esto. A su vez, la pobreza subió mientras hubo una inflación altísima (como
en la cada de 1980), pero también cuando hubo inflación nula (como en la década de
1990). Esto descarta que el fenómeno inflacionario fuera el único causante del aumento
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de la pobreza, porque incluso en años de inflación creciente (como en la década del
2000), la pobreza tendió a bajar fuertemente.
CONCLUSIÓN
A lo largo de este escrito hemos intentado plantear el rol que cumple la
inestabilidad crónica argentina y las crisis económicas recurrentes en la evolución de la
pobreza en el país. Se trató de señalar que desde la irrupción del modelo de
Valorización Financiera instaurado en el país a mediados de la década de 1970 la
inestabilidad tendió a crecer y a agravarse, acelerando el promedio histórico de
ocurrencia de los colapsos económicos en el país.
Así se señaló que el neoliberalismo, con sus tendencias a la desregulación,
reducción del Estado, desprotección del mercado interno y endeudamiento sistemático
no trajo mejoras económicas, productivas o el desarrollo de largo plazo, sino un modelo
sumamente inestable que tiende a generar desigualdad social en el largo plazo.
En este sentido hemos repasado las distintas crisis económicas generadas y su
vinculación total con el aumento de la pobreza estructural en el país. Por ello apuntamos
a señalar que la única manera de reducir el número de pobres es, primero que nada,
terminar con el patrón de inestabilidad económica crónica, pues este crea excluidos de
manera estructural en el largo plazo. A su vez, es vital entrelazar la fuerte vinculación
entre crisis económicas y el aumento de la pobreza, para tratar de evitar que ambos
fenómenos sigan ocurriendo, tratando de entender las causas e imbricaciones. lo así,
entendiendo las raíces de las crisis económicas se podrá evitar que estas vuelvan a
suceder, ya que los únicos pueblos que repiten su historia para padecerla son los que no
la conocen.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
Basualdo, Eduardo (2006). Estudios de historia económica argentina. Desde mediados
del siglo XX a la actualidad. Siglo Veintiuno Editores: Buenos Aires.
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