salud, enseñanza) reciben incluso menores niveles relativos vis à vis los demás sectores.
La hipótesis detrás de este sesgo es similar a la del proveedor masculino y es que, de
recuperarse el empleo de los varones, su salario “derrama” sobre sus familias,
mejorando la situación de las mujeres que dependen de ellos.
Política macroeconómica y aportes feministas
Debido a estos sesgos propios de los enfoques más ortodoxos, la posibilidad de
desplegar políticas económicas inclusivas se ve severamente restringida tanto por los
programas de ajuste estructural, que imponen límites a la expansión del gasto público,
como por las políticas monetarias orientadas hacia el único objetivo de reducir la
inflación. La reducción del gasto público implica una menor capacidad estatal para
ofrecer servicios públicos de cuidado de calidad y mejorar las condiciones laborales en
el sector público de cuidados (jardines, escuelas, hospitales, hogares para personas
adultas mayores, etc.), donde predominan las mujeres. Como resultado, no sólo se
afecta el empleo asalariado femenino sino que además las responsabilidades de cuidado
recaen nuevamente en los hogares, sobrecargando desproporcionadamente a las
mujeres. Esto profundiza la crisis de los cuidados (DNEyG y UNICEF, 2021),
aumentando las horas de trabajo no remunerado e incrementando el costo de
oportunidad de las mujeres, que ven limitado su margen de maniobra para mejorar su
inserción en el mercado de trabajo, justamente porque están cuidando. En un sentido
similar, las políticas tributarias regresivas lo son también en términos de género, dado
que las mujeres se encuentran sobrerrepresentadas en los sectores de menores ingresos y
menor patrimonio. Por lo tanto, los impuestos directos (aquellos que tributan la renta,
las ganancias, el patrimonio, la herencia, el comercio exterior), recaen en una
proporción mucho mayor sobre los varones, mientras que los impuestos indirectos (en
especial el Impuesto al Valor Agregado) recaen con más fuerza sobre los hogares
encabezados por mujeres, que poseen menores ingresos y los destinan casi en su
totalidad al consumo (Rossignolo, 2018).
Por el lado de la política monetaria, se observa desde hace décadas que, en
condiciones “normales”, esta suele orientarse por una sola meta, la reducción de la
inflación, contando con un conjunto limitado de herramientas. Sin embargo, la historia