recurriendo a la notoriedad que posee en la actualidad el denominado “Giro Afectivo”
—conjunto o corriente de trabajos, de origen anglosajón, que en sus inicios han buscado
ir más allá de los estudios culturales y del denominado “Giro Discursivo” planteando la
necesidad de pensar la dimensión afectiva—. Mouffe apela a esta corriente mas sin
adentrarse en los debates o polémicas que ha suscitado, incluso en su interior. Insisto,
sólo le interesa dejar bien establecida la importancia de la batalla afectiva, la necesidad
de hegemonizar las pasiones en un registro democrático-radical. Por ello no se preocupa
de discriminar qué debe entenderse por “afectos” o si los afectos son lo mismo que los
“sentimientos” o las “emociones”; sólo habla de “pasiones” entendiéndolas como “los
afectos comunes que se ponen en juego en la esfera política en la constitución de formas
de identificación nosotros/ellos” (52).
Desde ya que este gesto, de reducción conceptual, no tiene por qué satisfacer a
sus lectores, deseosos acaso por pensar el estatuto de los afectos a través de coordenadas
más adecuadas que las que se utilizan en la actualidad. De allí que resulte válido si le
reclaman algunas precisiones adicionales. De hecho, al reparar en la cita recién trascrita,
es posible que emerjan algunos interrogantes nodales como, por ejemplo, ¿qué significa
realmente sostener que un afecto sea común y, en consecuencia, de admitir esa
caracterización, qué afectos no lo serían? ¿Cómo discriminar, entonces, entre afectos de
uno u otro tipo? Asimismo, un afecto común, ¿vuelve común al modo de vivirlo? ¿Se
transmite este de una única y misma manera? Ningún indicio brinda Mouffe en esta
línea; no lo hace en ninguno de los cuatro escritos que componen su libro —intitulados
“Una nueva forma autoritaria de neoliberalismo”, “La política y los afectos”, “Afectos,
identidad e identificación” y “Una revolución democrática verde”—, ni en el epílogo.
Sin embargo, para indagar en esta carencia, es menester reparar en el primero de los
capítulos, más específicamente allí cuando la autora se explaya acerca del
intervencionismo ya mencionado, que caracterizó a los Estados europeos durante los
meses más angustiantes de la propagación viral. Es importante hacerlo pues, para
Mouffe, el accionar gubernamental desarrollado no significó una ruptura con el
neoliberalismo, sino su más profusa profundización. De todos modos, en este plano,
Mouffe se cuida mucho de no quedar asimilada a posturas como las de Giorgio
Agamben (2020) —abiertamente opositoras a las medidas de aislamiento y vacunación